Inmigré de México a los Estados Unidos cuando era niña, y esa experiencia moldeó gran parte de quien soy hoy. La transición fue abrumadora y estuvo llena de momentos en los que cargué con más de lo que podía manejar. Luché con la autoestima, la identidad, las relaciones y patrones emocionales que se repetían una y otra vez, incluso cuando deseaba profundamente que las cosas fueran diferentes.

Atravesé esas experiencias sola. Y esa es exactamente la razón por la que me convertí en terapeuta.

Quería ser la persona que necesitaba en ese momento: alguien que escuche profundamente, que entienda los matices culturales y que te ayude a desenredar los patrones que han estado guiando tu vida sin tu consentimiento.

Los seres humanos estamos hechos para la conexión. Cuando nos sentimos desconectados de nosotros mismos o de las personas que amamos, sentimos dolor. Mi trabajo es ayudarte a comprender ese dolor y a encontrar un camino más claro para atravesarlo.